
Había una vez un grupo de personas chiquititas que brillban como las estrellas. Se juntaron un día y crearon su propio universo. Le pusieron amor, color y mucha pero mucha imaginación. Todo empezó con una semilla de ternura que fue encendiendo luces en los corazones de muchas chiquititas, que a su vez fueron contagiando a personas más grandes y así entre todos fuimos creciendo juntos, atrapando todos los vientos con las velas del alma. Sigamos caminando, buscando rincones de luz para sembrarlos con las manos abiertas y el asombro intacto de volver a empezar cada día un nuevo camino hacia el corazón
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